domingo, 19 de mayo de 2013

El final del máster


Siempre he sido de esas personas que se ponen nerviosa 20 días antes del acto final y a la hora de la verdad se me sacude el miedo y me desdoblo, por una parte me convierto en una masa coherente y serena, por otra soy un manojo de nervios que está sentado en el público observándome hablar.

Todos tenemos nuestros momentos de protagonismo en el que nos da vergüenza hacer el ridículo, por ejemplo, cuando estás hablando con alguien que te gusta, se acentúa un momento de coqueteo y miradas seductoras, mientras te comes un caramelo, de pronto sin poder controlarlo, ¡fiuumm! sale un chorrito de saliva que desgraciadamente le cae en el pantalón a la susodicha persona, reduciendo dramáticamente el grado de sensualidad, entonces, ¿cómo reaccionas?, ahí es donde está la cuestión, ahí es donde se descubre el nivel de  perspicacia y ser capaz de hacerte la persona mas interesante y encantadora del lugar o hundirte las posibilidades de plantearle la idea de rozarse un poquito contigo.

Pues esa es la parte que me da miedo de mañana, dentro de un contexto mas corporativo, el escupitajo serían las preguntas del jurado, los "roces" es el equivalente a la impresión final del proyecto, que sea pulcro y sólido con altas posibilidades de venderlo. 

Así me siento, al borde de un precipicio con un paracaídas defectuoso, que tenga un 50% de probabilidad de que se abra y otro 50% de que no funcione, pero gracias a los días de preparación y de estudiarme estos detalles de los que depende abrir el paracaídas, me voy confiada, pero por supuesto uno nunca sabe si a pesar de que se abra venga un pájaro cazador y se ensañe con el paracaídas desestabilizándolo y dejándote caer en picado, aunque sería una manera muy estimulante de morir. Quiero pensar que hay un acuerdo tácito con el universo, lo pase es lo mejor que pudo pasar, y no hago mas que pensar “las cartas ya están echadas, solo dale pley”.

Ahora solo toca descansar y confiar en los técnicos de iluminación para que no se nos vea con papada o demasiado amarillos y sudorosos. Por supuesto que tengo que aprovechar para darle las gracias a mis adoradas niñas, Rocío, Mónica, Sara y Anaís que se han dejado la espalda trabajando y siempre han estado pendientes de dónde dejo la cabeza, el corazón, los zapatos y las cosas que suelo dejarme por el camino y por darme las herramientas para hacer fácil un proyecto que al principio me daba risa por lo absurdo y complicado que parecía. 

GRANDES éxitos a todos mis compañeros y espero que tengamos una buena borrachera compartida.


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