sábado, 22 de marzo de 2014

Los sonidos que daban vida a las colinas violetas

Habían colinas azules y moradas que se extendían al infinito, con olores a frutas y jazmín, la brisa refrescaba a la muchacha con sombrero que estaba sentada en una de las colinas que mas resaltaba mientras oscurecía y saltaban como chispas las estrellas.

Ella cerró los ojos y al abrirlos, en la inmesidad, aparece una máquina enorme, con tubos transparentes y pelotitas con purpurina, con teclas como un xilófono y dos altavoces como cuernos a los lados. Metió la mano en el bolsillo de su vestido naranja y encuentra unas medias lunas. "Qué casualidad", piensa, hay una ranurita con un dibujito de lunas, como si fueran monedas, lunedas, introduce una.

Luces y destellos salen de la máquina y seguido un ruido espléndido muy grave y profundo que produce vibraciones que la tocan dulcemente. Ella se estremece pero el ruido se detiene, busca de nuevo en el vestido y encuentra otra luneda, la mete despacito y medio tímida,  el ruido aumenta exponencialmente y las vibraciones le retumban por todas partes, se detiene de nuevo.

Repentinamente vuelve a su recuerdo el estruendo y el sonido y la llevan a un estado de éxtasis por el placer que le producían las vibraciones de los sonidos, cada vez mas y mas intenso, mas real, mas ella, mas profundo "Me vibra el alma" pensó de nuevo y cerró los ojos.

El sonido empezó a transformarse en gemidos, gritos y latidos, cada vez mas intenso, mas real, mas ella.

Abrió los ojos y ahí estaba, dentro de la máquina. Sentía mordiscos, lamidas, caricias, la desnudaba la máquina, como si en un vientre estuviera de nuevo, sobrecogida, caliente, mojada, amada, amando.

Levantó la vista para respirar y ahí estaba él, ahí estabas tú, cayendo como una media luna, tu cara, tus ojos, los de él, aquel que jamás había visto, estaba ahí, amándola, amándose, como si en un vientre estuvieran de nuevo.

Eran el génesis de los ruidos espléndidos que salían de semejante máquina, la armonía de sus latidos, de su calor, los sonidos que daban vida a las colinas violetas.










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